7 dic 2009

Villa María College, mi colegio de toda la vida

Crónica: Mi barrio escolar

El barrio de mi colegio siempre lo recordaré como algo especial. Cada vez que pienso en mi institución y sus alrededores, se me vienen a la mente quizás los mejores recuerdos de mi vida, buenos y malos, pero al fin y al cabo me gusta recordar.

En la entrada del colegio, llena de piedrecitas y con una leve bajadita en la que había que tener cuidado para no caerse, me dejaba el bus escolar que me iba a buscar a mi casa a las 7 de la mañana. Ese bus era fuera de lo común, no era amarillo como todos los furgones escolares, parecía más bien una especie de micro, color verde con blanco, con muchos asientos y muy cómodos. Yo solía irme adelante con el tío del bus, con el que conversaba todo el camino, mientras tomaba desayuno y me arreglaba antes de llegar.

Conversábamos de todo, yo apenas me subía le pedía que cambiara la radio, para escuchar el programa matinal que nos hacía reír a todos, aparte que daban muy buena música. A veces el tío no me hacía caso porque le gustaba mucho su radio fome, pero si no era yo la que se lo pedía, eran todos los niños que se iban atrás, protestando por oír el programa bueno de todos los días. Así nos íbamos escuchando música y riendo, mientras yo me tomaba mi tecito en una botellita plástica y un pedazo de pan tostado, porque jamás alcancé a tomar desayuno en mi casa.

Eventualmente hablábamos de los equipos de fútbol, me decía que era de la U, y obviamente yo lo felicitaba. Cuando comenzaba el tema de fútbol, nos íbamos largo rato comentando los partidos recién pasados, los resultados y quién jugó mejor.

Ya casi llegábamos, después de recorrer casi toda la ciudad recogiendo niños, unos 5 minutos antes, saco mi espejo y mis maquillajes. No podía bajarme del bus y entrar sin estar bien arreglada. Muchas veces me quedaba dormida y el tío me despertaba en la entrada. Ahí me iba corriendo al baño, imposible ir a la sala sin mirarme en un espejo antes.

8 y algo AM, tercer piso, entrando a clases con el inspector retándonos desde abajo con el micrófono, porque el tercero y cuarto humanista de seguro era el más rebelde de los tres cursos. “¡MARIANA!” escucho desde arriba y me voy corriendo para adentro.

Para el mes de septiembre, todos los años se hacía una fiesta especial en el colegio. Se llamaba “Chile en Familia”, y durante toda mi estadía como escolar nunca olvidaré la emoción que me embargaba cuando el día estaba por llegar. Los cursos empezaban a organizarse, teníamos que ir a ayudar al gimnasio a preparar los adornos, los stands, y todo lo que hiciera ese día algo inolvidable. Sobre todo el último año, cuando nos tocaba vender anticuchos.

Al salir de clases, recuerdo que me iba con mis compañeros al paradero que estaba ahí cerca para tomar micro hacia mi casa. Cuando llovía era un desastre, porque se hacían charcos de agua enormes en los estacionamientos al frente de la entrada. Ahí esperábamos micro un par de minutos.

Qué más decir, aparte que desde el minuto en que me convertí en ex-alumna, no he dejado de sentir nostalgia y ganas de volver, ni de echar de menos a los profesores con los que me llevaba bien y a mis compañeros de toda la vida. Definitivamente la época escolar es la mejor de todas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario